lunes, 3 de junio de 2013

Wolf en, "Primer día en un 3* Michelin"

Pastelería... Si, como escucháis .. Por dentro pensé, joder, no podía haberme tocado partida peor, no tenía ni las más pajolera idea de pastelería, aunque lo mismo hubiera pensado de cualquier otra partida... No había más que ponerle dos huevos y hacer una buena crema pastelera. Me presentaron a los que serían mis compañeros de partida, Issam jefe de partida, llegado recientemente al restaurante desde Madrid y de origen marroquí, Paula, alicantina y  segunda de pastelería, Pedro conocido en la cocina como el Macarrón de Javea y por último otro chico en prácticas y el cual me sacaría de muchos apuros y que me ayudo muchísimo en mis inicios, Cesar, un chico peruano con mucho talento. Estaba rodeado de los mejores y pocos minutos pasarían para que se dieran cuenta de mis pocas aptitudes. Tras la rápida y breve presentación llegaba la hora de ponerse a trabajar, recuerdo que mi primera tarea fue la de cortar un membrillo en lonchas bien finitas con ayuda de la corta fiambres, todo un reto para alguien que nunca había tocado una de estas máquinas. 

La mañana fue sucediendo poco a poco y junto a Cesar fuimos preparando una espuma de limón, un baño de nata y chocolate, la mezcla del poroso de coco y poca cosa más, era el primer día y aún no estábamos abiertos al público, sería al día siguiente el primer servicio. Llegaba la hora de comer, fui de los últimos en servirme, y quedaban pocos sitios donde sentarse, así que me dirigí al único asiento disponible. Al llegar vi que la jarra de agua estaba vacía, pensé, voy a llenarla para que todos podamos beber y en el camino me cruce con Nico alias Chile, el cual me ofreció hielo de una maquina en la que pone claramente: NO COGER HIELO. Yo acepté, ¿¿que iba a decir?? Al volver al asiento con la jarra de agua repleta de hielo, escucho a un tal Bustillo, según podía leer en su chaqueta: "¿¿quién me ha robado la jarra de agua??" A lo cual conteste: "Yo". Al mirar este que la jarra estaba rebosante de hielo, me preguntó: "¿¿Qué hay en la jarra??" Conteste muy honestamente: "Agua", "¿y que más?"; añadió él. Un poco de hielo le dije (mentira, porque estaba a full). A lo que me señaló la máquina de hielo y me volvió a preguntar: "¿y qué pone en la máquina de hielo?" Giré la cabeza buscando contacto ocular con la puta maquina de hielo y veo en letra enorme nuevamente: NO COGER HIELO. Zas en toda la boca... "¿Y si se lo digo al bigotitos?" Concluiría el... Yo ya no sabía que decir... Lo más seguro un tímido "no volverá a pasar" Pero lo peor no terminaría aquí, tras la humillación por unos cuantos MUCHOS bloques de hielo, me disponía a sentarme a comer tranquilamente y en el momento que mi culo estaba haciendo contacto físico con la silla, el mismo protagonista, el señor Bustillo Lendakari me acabó de hundir con un: "Tu, este es mi sitio, así que siéntate donde puedas" A lo que no conteste nada, levanté la cabeza y no encontré ningún asiento libre, por lo que me dirigí a la parte trasera de la cocina y me puse a comer en la partida de cuarto frío, solo, lejos de él y lo mejor de todo, pacíficamente.


Por suerte, ese día sólo tendríamos que trabajar hasta las 17h, así que salí echando ostias del restaurante, quería respirar aire puro, las lágrimas estuvieron apunto de invadir mi rostro, una mezcla de frustración y rabia estaban controlando mi ser, y yo no podía responder de la forma a la que estoy acostumbrado. En fin, tiempo me dije, tiempo... En casa me esperaba Dora, mi amor, menos mal, alguien de confianza con quién poder desahogarme, y de lo lindo. La primera semana nos alojamos en casa de una chica alemana bien maja: Delia, sólo 1 semana porque estaba esperando una chica que ocuparía la habitación en la que estábamos nosotros, así que tras una mañana intensa en casa de Subijana, tocaba visitar pisos por la tarde. Pero seguíamos sin encontrar nada, ninguno de nuestro gusto y todos muy fuera de nuestro alcance económico. Sabíamos que íbamos a una ciudad algo cara, pero no tanto. San Sebastian señores, es la ciudad más cara de toda la Península. Durante los 10 primeros días, esta sería nuestra rutina...

Los días iban pasando en la cocina, cremas pasteleras quemadas, helados de gorgonzola a la mierda por reventar la bolsa en la máquina de vacío, porosos destrozados por pequeños golpes, fresas nitrogenizadas tiradas a la basura por darles una forma algo más parecida a la de un melocotón... Aún así yo trataba de seguir mostrando tranquilidad en mi interior, aunque por dentro era todo lo contrario, IBA ATERRADO a trabajar... Tengo que reconocer que más de una vez pensé en echarme atrás, pero el orgullo me lo impedía, tenía que ser paciente y veía en el final de esta experiencia mi única válvula de escape. En la cocina pasaba desapercibido, tampoco estaba en la posición de hablar, corregir, recomendar, porque no tenía ni puta idea de nada, vaya cojones los míos... Me tocó soportar las primeras semanas más de un comentario doloroso, pero nadie ni nada podía hundirme  de mucho peores he salido a flote... 


Wolf en su primer día en Akelarre