Amanecía en Villaviciosa, un pueblo al cual hubiera podido
pertenecer sin ningún tipo problema e incluso llegar a ser alcalde, pero
decidimos abandonarlo lo más rápido posible por miedo a quedarnos enganchados…
Poco disfrutamos de este pueblo, lo más significativo de esta parada fue
alojarnos en el Hotel Carlos I, el cual recomiendo mucho, y poca cosa más…
Hicimos un rápido tour desde el coche y ya nos dirigimos hacia Gijón.
Toda esta ruta que os estoy contando, la hice con escasos 2
años, y como imaginareis no recuerdo nada, a medida que iban transcurriendo los
días, diversas llamadas de teléfono tanto a mi padre como a mi madre sirvieron
para “refrescar” la memoria, en cuanto a la ruta, porque imágenes 0. Llegamos a
la mítica Gijón, lugar en el que estuve 26 años atrás, pero esta vez si que
estaba preparado para capturarla en mi mente y guardarla ahí para siempre.
Aparcamos el coche en la
Cimadevilla , al lado de la Parroquia Mayor de
San Pedro Apóstol, lugar desde el que teníamos una bella perspectiva de la
playa de San Lorenzo, que casualmente me recordó a la playa de la Concha de Donosti. De ahí,
un rápido paseo por el centro y volteando el barrio histórico de Cimadevilla
donde paseamos por un rato hasta llegar al cerro de Santa Catalina donde nos
topamos con el “Elogio de Horizonte” de Eduardo Chillida y que casualmente
también encontramos una escultura suya en San Sebastian.
Chillida-Gijón-Concha-Donosti-San Lorenzo… La extraña pareja…
Esta escultura de hormigón erigida en 1990, mide 10 metros de altura y
tiene un peso total de 500 toneladas. El monumento simboliza la unión de la
tierra y el cielo, que es la visión que percibimos si miramos al horizonte a
través de ella. Además situándonos bajo ella, podremos percibir un efecto
sonoro que hace que el romper de las olas se sienta como si tocando el mar
estuviéramos… Un efecto sorprendente… Esto lo supe gracias a mi gran amigo
Oscar, al cual justo llame desde ese punto tan mágico.
Proseguíamos con la ruta cultural que el tío Michele había ideado, y llegaba el turno de las impresionantes iglesias del prerrománico asturiano situadas alrededor de la capital asturiana: Oviedo. Además este movimiento arquitectónico fue considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Vimos un total de tres: la iglesia de San Juan de los Prados, la iglesia de Santa María del Naranco y la iglesia de San Miguel de Lillo. Todas ellas construidas durante el s. IX, la primera durante el reinado de Alfonso II y de estilo prerramirense o alfonsí (792-842) y las dos últimas durante el mandato de Ramiro I y de estilo ramirense (842-850). Fueron sólo ocho años de reinado, pero en este espacio corto de tiempo que el arte asturiano alcanzó su máxima expresión.
Iglesia de San Juan de los Prados
Iglesia de Santa María del Naranco
Iglesia de San Miguel de Lillo
Era domingo y llegábamos a Oviedo, en el centro habían montado un mercado medieval por el cual paseamos dirigiéndonos hacia la catedral de San Salvador. Por el camino disfrutamos de algún que otro tentempié, como empanadas de pulpo, carne, pan artesanal... Enfrentamos la catedral de estilo gótico iniciada en el s. XII y terminada cuatro siglos más tarde. Otra "foto" de catedral archivada en la memoria. Nos dirigimos nuevamente hacia el coche, ya con la idea de cruzar a León, no sin antes pararnos en una sidrería para degustar una botella de este típico brebaje asturiano. La sidra, se fabrica con el zumo fermentado de la manzana y tiene un mínimo de 3% de alcohol y un máximo de 8%. Tiene una forma muy especial de servirse, se escancia a la mayor altura posible separando ambos brazos (el de la botella de sidra y el vaso). El resultado si eres novato, como nosotros, es beberse dos culetes, máximo 3 de una botella entera. La experiencia fue divertida...
El momento de la despedida llegaba,
abandonábamos Asturias por el famoso túnel del Negrón, popularmente conocido
como el túnel del tiempo, que conecta Asturias con Castilla León. Fue en este
trayecto y al volante del coche donde empecé a preguntarme: ¿Oviedo o Gijón? Y
la respuesta fue clara… Gijón… ¿El motivo? Claro… El mar… ¿Madrid o Barcelona?
Siempre el mar… Y no tengo nada contra Oviedo, me pareció una ciudad muy
bonita, al igual que Madrid pero nací y crecí toda mi infancia viendo la
inmensidad del mar frente a mis ojos, tan sólo tenía que asomarme a la ventana para
verlo, lo miro y sueño…
Llegábamos al fin del túnel y una luz cegadora
se veía al final de éste… ¡Era el SOL! No podía ser… 4km atrás dejábamos una
Asturias nublada, con niebla, apunto de lluvia para encontrarnos con un Sol
espectacular… Fue entonces cuando entendí las palabras de la recepcionista del
hotel de Villaviciosa, “…abandonareis mi
tierra por el túnel del tiempo, cambiaréis la lluvia por el sol, pero dejareis atrás
la parte más bella...”
¡PUXA ASTURIES!