Quien me iba a decir que algún día llegaría a las
mundialmente conocidas islas de Hawaii… Ni cuando puse rumbo a California al
inicio del verano imaginé que terminaría en este pequeño paraíso situado en
medio del océano Pacífico, a 5h de avión de San Francisco.
Las islas de Hawaii se hallan en el vértice superior del
triángulo polinesio, siendo Nueva Zelanda el representante del vértice
occidental e Isla de Pascua o Rapa Nui el oriental. El archipiélago de Hawaii
esta formada por 8 islas: Ni’iahu, Oahu, Molokai, Lanai, Kahoolawe, Maui,
Hawaii y Kauai. Esta última fue la elegida por nosotros para disfrutar
de nuestra primera experiencia por la Polinesia.
Elegimos Kauai, porque leímos y escuchamos que es la segunda
isla menos urbanizada de todas, y a la vez la que cuenta con los paisajes más espectaculares.
Esta isla es conocida también como la “isla jardín” por ser la que tiene mayor
vegetación y bellezas naturales de Hawaii. Este paraje ha inspirado a
productores y directores de Hollywood para filmar películas de taquilla como
Jurassic Park, En busca del arca perdida, South Pacific…
Nuestra aventura iniciaba un 26 de Agosto a las 07:00am
desde el aeropuerto de Oakland, una ciudad situada 20km al nordeste de San
Francisco. 5h más tarde pisábamos suelo Hawaiiano, no podíamos creerlo,
imaginábamos que al bajar del avión alguna chica vestida con el clásico atuendo
hawaiiano nos recibiría con un collar de flores o algo por el estilo, pero
nanai nanai… Así que sin collar de flores ni nada fuimos directos al rent a
car. Nos hicimos con un Jeep y directos al primer punto: Wailua falls. A menos de
30km del aeropuerto de Lihue se encuentran estas bonitas cascadas
de fácil accesibilidad por carretera y ya algo más complicado llegar a la base
de estas, donde nos topamos con un sendero con bastante desnivel y muy fangoso,
además de un cartel que prohibía el paso, eso sí, no dudéis en bajar…






Continuamos sin rumbo, con mapa en mano y con algo claro,
dedicar los primeros días a la parte Norte de la isla. En este momento y por
primera vez en mi vida me puse yo al volante y no lo solté hasta el final… Me
encantó… Así que por fin podía llevar a mi niña donde quisiera, escuchando
música y hasta pillando autoestopistas… Todo esto aún sin tener el carnet de
coche… Hicimos una breve parada por el camino en la playa de Anahola
Bay situada en la parte Este de la isla y de ahí directos a la parte
Oeste para ver nuestro primer atardecer polinesio, concretamente en Ke’e
Beach.

Ya al día siguiente, tras una larga noche durmiendo en el
coche, eso sí, con unas vistas inmejorables nos poníamos manos a la obra con
café en mano y un licuado de frutas espectacular. Alquilamos una tienda de
campaña y ahora sí nos pusimos rumbo a la nuevamente a la playa donde vimos el
atardecer el día anterior, Ke’e Beach. Desde este punto
comienzan los senderos hacia la maravillosa Napali Coast,
posiblemente la parte más bella de toda la isla, a la vez el único tramo de la
isla sin carreteras… Caminamos unas 2h para llegar a la playa de Hanakapi’ai,
sin duda una de las más bonitas y espectaculares con el Waimea Canyon rompiendo
en el mar, increíble.




Encontramos una pequeña piscina natural, agua de
cascada, era una gran pista… Tras un pequeño descanso, en aguas frescas y
dulces seguimos el río a contracorriente, dirección al interior, la caminata,
impresionante… Partes algo complicadas, ya que al ser el interior más húmedo,
había partes del tramo que eran muy resbaladizos, pero esto sin duda lo hacía
más entretenido… Seguimos subiendo y subiendo, cruzando el río hasta 4 veces,
saltando de roca en roca… Comiendo guavas por el camino, los mangos eran
inalcanzables, y nos llevamos alguna que otra lima. Cuando llegamos arriba no
podíamos creer lo que teníamos ante nuestros ojos… La cascada de Hanakapi’ai,
una de las cosas más bonitas que han visto mis ojos…





Mientras estábamos en la cascada, comenzó a llover bastante fuerte, a lo que no
le dimos ninguna importancia... Al iniciar el camino de vuelta, el suelo estaba
aún más fangoso y el sendero era difícil de seguir… Tampoco sabíamos cuando
debíamos de cruzar el río porque el nivel de este había subido mucho, las rocas
que antes usábamos como apoyo para cruzarlo ya no estaban!!! Hubo una pequeña
competencia de parejas, unos ingleses, unos australianos y nosotros, los
mediterráneos… Imagino que ya sabréis quien ganó, ¿no? Modestia aparte, el
descenso fue muy entretenido, aunque hay que decir que nos pusimos cerdos,
entre barro y cruzar el río con los zapatos puestos… Llegamos finalmente a la
playa de Hanakapi’ai, donde volvimos a pegarnos un bañito en la piscina
natural y de ahí vuelta al inicio… Tardamos unas 5h en llegar a Ke’e
Beach.
Era ya casi de noche cuando llegamos al coche, y debíamos ir
hasta Anini Beach, lugar en el que acampamos por el módico precio de
3$. Así que montamos la tienda a 10 pasos del agua y de ahí nos fuimos a cenar
con Mai Tais en
mano.
Apuesto a que sabéis que fue lo primero que hicimos al
despertar… ¡Pegarnos un bañito, si señor! Que rica esta el agua en el Pacífico
Hawaiiano, posiblemente el agua más calida que haya tocado en el Pacífico,
bueno miento, después de Máncora, Perú. Tras el bañito directos a por el mismo
café y mismo licuado del día anterior y de ahí rumbo al sur de la isla.
La siguiente parada sería Salt Pond Park Beach,
una playa normalita, no muy especial, pero con unas aguas llenas de vida
marina… Nos hicimos con unas gafas de snorkling y exploramos la barrera
coralina de esta, vimos diferentes tipos de peces, algunos de gran tamaño, fue
divertido… Tras ello picnic y continuamos con la excursión.
Esta vez el Jeep nos llevaba al otro extremo de la isla, a la parte Oeste. Llegamos hasta el punto final de la carretera, hasta Polihale State Park. Este parque natural, fue también uno de nuestros preferidos…
Con una playa larguísima en la que el Waimea Canyon también rompe en el
agua. En esta playa interminable vimos una espectacular puesta de Sol, sin duda
una de las mejores de toda mi vida… No se porque, pero en estas latitudes, las
nubes se ven muy cerca de la tierra, y el contraste de colores es espectacular…





De ahí nos dirigimos al Waimea canyon, conocido
como el cañón del Pacífico. Era de noche cuando estábamos ascendiendo a
él… Un camino que ascendía hasta los 1513m de altura y lleno de curvas y donde
casi tuve mi primer percance al volante… El camino estaba desértico, no había
ni Dios… Y un jabalí enorme se nos cruza frente al coche… Juro que por milímetros
no lo alcanzamos… Menudo susto… Al llegar al Kokee Lodge, unas cabinas
en pleno cañón, vimos que la recepción estaba cerrada, y no había ni un solo
coche en el aparcamiento. Picamos a la puerta como locos, sin respuesta… Estábamos a 45min de cualquier pueblo y ya eran
casi las 22h, sólo queríamos las llaves de la cabina que habíamos reservado…
Rodeando la recepción, nos vemos un sobre colgado con mi nombre y un pequeño mapa
indicando donde estaba nuestra cabina… Llegamos a ella… Y nos topamos con la típica
postal de película de terror, cabina solitaria de madera perdida en la montaña,
una llovizna ligera, con nuestro Jeep aparcado al lado y lo mejor el interior
de la cabina, por momentos nos sentimos en la película del resplandor… Eso sí,
por un módico precio de 70$, disponíamos de 2 camas de matrimonio, baño, cocina
equipadísima y todo a pocos metros del Gran Cañón, perfecto para ganar tiempo
al día siguiente.
Despertamos tempranito, desayunamos en la cabina y nos
pusimos rumbo a los diferentes miradores del Waimea Canyon, todos ellos
espectaculares, en estos puntos tan altos se me vinieron a la mente imágenes de
Jurassic Park… Era increíble el contraste de colores, los paisajes, todo… Imágenes
de paraíso. Incluso llegamos al punto más lluvioso del PLANETA, algo histórico.
De ahí rumbo a las playas de Salt Pond Park, íbamos con
intención de ver algunos pececitos más, eso sí, hicimos una parada rápida en el
pueblo de Waimea, para probar una clásico de las islas, el Kalhua Pork,
madre mía… Podría comerlo cada día, unos tacos de carne de cerdo, vegetales y
no se que ingrediente secreto debe tener, pero os juro que estaba riquísimo… ¡No
dudéis en probarlo!
Ya llegada la noche había que cumplir uno de los sueños de
la infancia de mi niña, ver en directo el típico baile hawaiiano, el hula. Así
que nos vestimos de gala y fuimos a verlo en el pequeño pueblo de Wailua,
en un lugar llamado Smith Family Garden. Fue una muy bonita forma de terminar la última
noche en Hawaii, fue en este preciso momento cuando por fin realizamos que
realmente estábamos en estas maravillosas islas.



No fue hasta los últimos instantes en la isla que nos dimos
cuenta donde estábamos realmente, era difícil realizar que habíamos llegado
hasta este punto tan aislado. Recuerdo en distintos puntos del viaje en el que
nos mirábamos a la cara, mirábamos a nuestro alrededor y nos decíamos: “no
puede ser”… Llegamos a un lugar que desde bien pequeño se nos graba en la
mente, no se si por los collares de flores, si por su baile al ritmo de la ola,
las clásicas faldas de hoja seca, el surf, las películas de Walt Disney, el
suave y contagioso ritmo de su música… No se si volveremos algún día, pero
quiero decir que fue un broche de oro para terminar el verano del 2012, un
lugar muy especial que te atrapa desde el primer día… Donde predominan las
flores en la cabeza, las camisas hawaianas y la calma.
ALOHA HAWAII = LOVE HAWAII